martes, 2 de julio de 2013

Condenan al SAS por la muerte de una niña hace once años

El fallo cree que una atención sin dilación hubiese evitado el fallecimiento.
 
Cristina Cuenca salió a jugar la tarde del 12 de enero de 2002. Era sábado e iba a divertirse con los patines que habían sido su regalo de Reyes. Estando con unas amigas, cayó al suelo y se golpeó en la cabeza. Once meses después falleció por efecto de esas heridas. Una sentencia emitida por el Juzgado de lo Contencioso de Sevilla ha condenado al Servicio Andaluz de Salud (SAS). El tribunal considera que existe una relación de causalidad «entre el fallecimiento de la menor Cristina y la atención médica dispensada» en el Hospital Universitario Reina Sofía. «De haberse actuado sin dilación, las lesiones de la paciente no hubieran tenido la gravedad que alcanzaron de forma que podría haberse evitado el fallecimiento», dice el texto.
La sentencia se centra en qué ocurrió durante las primeras 48 horas, que fueron clave en el caso. El fallo lo explica con precisión quirúrgica. El 12 de enero, Cristina Cuenca entró en urgencias con un fuerte hematoma en un lateral del cráneo. Principales sospechas: fractura de peñasco (el hueso que contiene el oído medio). Los médicos que la atendieron le hicieron algunas pruebas y decidieron vigilarla en la Unidad de Cuidados Intensivos del Reina Sofía.
El padre, José Cuenca, asegura quesu hija fue presentando un estado de som nolencia. La sentencia lo corrobora. Afirma que se lo comunicó a los médicos que la atendían para que se le hiciera un TAC, alguna prueba. Los doctores no lo consideraron necesario. El examen no se produjo hasta el lunes 14 (a la una y media de la tarde) y, de forma inmediata, se ordenó su ingreso en quirófano a las 16.00 horas. Tenía un «intenso edema cerebral». Tan grave que los doctores tuvieron que retirarle un trozo del cráneo que tardaron meses en volverle a colocar por la presión que generaba. El historial dice que salió del quirófano en coma. Su padre, que cuando entró en la mesa de operaciones ya estaba en estas condiciones.

El pleito y la vida

La clave del pleito es cómo interpretaron los doctores los síntomas de la niña. Los juzgados ya entendieron en su día que no había habido negligencia, que se había actuado conforme a los criterios de la profesión médica y a los protocolos. La familia optó por plantear un contencioso-administrativo al SAS, que ha llevado el abogado cordobés Luis Espinosa. Varios informes periciales reconocen que, efectivamente, tendría que haberse actuado de otra manera. La niña presentaba vómitos hepáticos, irritabilidad, somnolencia, mayor tensión arterial, un deterioro neurológico. En algunos casos, se habla de que se tenía que haber intervenido quirúrgicamente tal y como entró en Urgencias y se le detectó la lesión. La sentencia reconoce que ni la aseguradora del SAS pone en duda que existían datos que constataba el empeoramiento de la niña y que era necesario realizar un TAC urgente.
Cristina Cuenca no murió de forma inmediata. Y el relato de su padre muestra hasta qué punto puede ser desalmado el sistema sanitario y algunos políticos. La familia optó por trasladar a la paciente al hospital Virgen del Rocío para que sus especialistas se hicieran cargo de un caso que en Córdoba daban por perdido. «Hágase a la idea de que su hija es un mueble», llegó a decir un galeno al padre de la paciente.
Cristina García recobró cierta conciencia tras meses de tratamiento. Para decir «sí», abría y cerraba los ojos. Para decir «no», movía un poco el cuello. Se expresaba tocando las notas de un teclado Casio que estaba a su alcance. El deterioro, sin embargo, fue evidente. «Tenía las defensas muy bajas», explica José García, quien a raíz del caso creó el Foro Andaluz para la Salud y la Calidad de Vida que trabaja para que se hagan viviendas adaptadas para personas enfermas, dependientes. Ha logrado pequeños triunfos como permitir que las personas con discapacidades sobrevenidas puedan tener acceso a una VPO pública de la Diputación si, antes de su dolencia, ya tenían piso en propiedad.
Cristina García no fue capaz de superar una infección. Murió el 23 de noviembre de 2002. Casi un año después de la tarde en que fue a probar los patines que le habían traído los Reyes. Su familia no ha parado hasta conseguir una sentencia condenatoria para el Servicio Andaluz de Salud. El padre rechazó un acuerdo extrajudicial con más dinero a cambio de tener un papel del juzgado en el que se dijera que alguien, en algún momento, no hizo lo que debía. Su pretensión, que nada parecido ocurra nunca a nadie.
El fallo obliga a la Junta a abonar 68.000 euros por la muerte hace once años de la niña Cristina García. Responderá una compañía norteamericana de seguros contratada por la Junta de Andalucía.

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